Un trocito de paraíso en el Atlántico
Son las ocho de la mañana cuando llegamos a Cangas de Morrazo. Una barca del parque nos espera en el puerto. El cielo plomizo promete una semana de rodaje complicada. Hay sitios donde siempre te la juegas. A veces, el tiempo es muy frustrante.
Las Cíes nos reciben con lluvia, pero gracias a guardería, podemos poner los equipo a salvo y refugiarnos en las tiendas de campaña, único alojamiento posible. Mientras esperamos a que escampe, nos cuentan que el tiempo en las islas es así. En general no llueve mucho y, la temperatura es uno o dos grados más alta que en la península. Las nubes suelen pasar de largo para encajonarse en la ría de Vigo. De repente, cuando ya parece que la jornada está perdida, sale el sol. Así son las Cíes.
Rápidamente cogemos el equipo para captar los reflejos turquesas del agua, el ruido ensordecedor de las olas en los acantilados o el vuelo y la ceba de la omnipresente gaviota. Un ave que parece no dormir y que se ha convertido en la banda sonora del parque. Toda la isla está plagada. Es la época de cría y es fácil ver a los pardos pollos despeluchados mirándote fijamente, posando osados ante la cámara. José, uno de los guardas, hace de guía. Nos descubre los secretos de esta joya atlántica.
A mitad de semana nos reunimos con Rubén, el buzo. Está entusiasmado. Ha tenido mucha suerte, la visibilidad está siendo muy buena. Está sobrecogido con tanta vida bajo el agua. Increíbles los bosques de laminarias. Asombrosos los fondos de cascajo. Y es que, con estas islas, según cómo dé la luz, puedes quedarte sin palabras.
fuente: Mundos de agua
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