Veinte mil sitios submarinos
© D.Frka/Fotografía reproducida con el amable permiso del Ministerio de Cultura, Croacia
Ánforas del siglo I a.C., halladas en las aguas litorales de la isla de Pag (Croacia).
Las exploraciones arqueológicas submarinas en Dinamarca nos ofrecen una panorámica sorprendente de la vida diaria en la Edad de Piedra, que las excavaciones en tierra firme no pueden mostrarnos. Asimismo, nos recuerdan que no es un fenómeno reciente el peligro del cambio climático que hoy se cierne sobre el patrimonio subacuático.
Los ojos de Jørgen Dencker, director del Departamento de Arqueología Marina del Museo de Barcos Vikingos de Roskilde (Dinamarca), brillan de entusiasmo cuando rememora uno de los momentos más emocionantes de sus treinta años de vida profesional dedicada a la investigación de los fondos submarinos. Todo ocurrió a unos 300 metros del litoral oeste de la isla Fionia, en la caleta de Tybrind Vig. “Buceábamos explorando un sitio submarino de la Edad de Piedra, cuando de repente me topé con una pagaya hecha con madera de fresno. Databa de más de 6.000 años atrás, pero su color amarillo brillaba con un resplandor simpar. Los anillos anuales del fresno, casi negros, se percibían nítidamente. Probablemente se le había caído de las manos a un pescador paleolítico. Su color primigenio se conservaba intacto, gracias a la protección de los sedimentos blandos de gyttja, una especie de barro prácticamente exento de oxígeno. Por desgracia, pocos minutos después de ser izada a la superficie, el color de la pagaya se oscureció, tornándose gris a causa de la luz atmosférica”.
La arqueología marina danesa tiene en su haber otros descubrimientos extraordinarios, por ejemplo el de una tumba en perfecto estado, donde yacían desde 7.000 años atrás los esqueletos de una mujer joven y de su hijo, o la de una pagaya con finos adornos, encontrada junto a una caña de pescar. Los hallazgos submarinos en Dinamarca ponen de manifiesto la inmensa riqueza del patrimonio cultural sumergido en el Báltico y las costas de este país, así como su perfecto estado de conservación. Las aguas costeras danesas se extienden por una intrincada serie de bahías, caletas, estrechos y brazos de mar bien resguardados de la furia del mar, con escaso oleaje, corrientes tenues y mareas prácticamente inexistentes.
Esta geografía singular es ideal para la preservación de los sitios paleolíticos. Bajo los sedimentos marinos se han conservado muchos materiales orgánicos –huesos, cornamentas de cérvidos, árboles y diferentes fibras vegetales– desaparecidos desde hace mucho tiempo de los sitios emplazados en tierra firme. Las exploraciones arqueológicas submarinas muestran una panorámica sorprendente de cómo era la vida diaria entre 6.000 y 9.000 años atrás, mientras que las excavaciones en tierra firme nunca podrán ofrecernos nada semejante. Desde las primeras investigaciones submarinas, emprendidas en el decenio de 1970, se han podido catalogar unos 2.000 sitios paleolíticos sumergidos. Los especialistas estiman que su número puede superar los 20.000.
Cambios climáticos: una protección y un peligro a la vez
Los sitios paleolíticos submarinos atestiguan los cambios climáticos ocurridos en la Europa Septentrional. Hace 20.000 años, cuando la era glaciar se acababa en el mundo, un espeso casquete de hielo cubría los actuales territorios de Noruega y Suecia, casi toda la superficie de Dinamarca y el norte del Reino Unido. Había enormes masas de agua apresadas bajo el hielo, y el nivel del mar se situaba a varios centenares de metros por debajo del actual. Al subir la temperatura, el casquete de hielo empezó a derretirse y se fue retirando hacia el norte. Las tierras recién emergidas se cubrieron de espesos bosques vírgenes. Al derretirse el hielo, se formó el Mar Báltico que acabó uniéndose al Mar del Norte a través del estrecho danés del Gran Belt. Por ese entonces, el nivel del mar se mantenía bajo y el territorio de la actual Dinamarca estaba unido a los de Suecia y el Reino Unido. Los asentamientos humanos, situados en general cerca de las costas, fueron anegados por la subida de la aguas. Por eso, ahora se pueden encontrar hábitats y bosques enteros a lo largo del antiguo litoral, hoy sumergido, a distancias variables de la costa actual y a diversas profundidades.
El rico patrimonio cultural amparado por las mutaciones del clima ocurridas hace 20.000 años se ve hoy amenazado, paradójicamente, por el reciente cambio climático, y también por las repercusiones de las actividades humanas nocivas para el medio ambiente. El cambio en la dirección de los vientos, así como la intensificación del número y la fuerza de las tempestades, están modificando las corrientes marinas y alterando las condiciones de conservación de los asentamientos humanos en el fondo del mar. En efecto, los sedimentos que los han protegido durante milenios se están erosionando y los vestigios existentes se ven expuestos a la oxidación, o son destruidos y dispersados rápidamente por el oleaje y las corrientes.
Por otra parte, la utilización masiva de abonos en la industria agroalimentaria danesa supone una amenaza para las zosteras, algas marinas que forman lechos en el fondo del mar y desempeñan un papel esencial en la protección de los sitios del patrimonio cultural subacuático. Los residuos de abonos que se vierten en el mar hacen peligrar el crecimiento de estos vegetales inapreciables.
Debido a los recortes en los fondos públicos destinados a las investigaciones arqueológicas, así como a los peligros cada vez mayores que se ciernen sobre el medio ambiente, el arqueólogo Jørgen Dencker estima más necesaria que nunca la cooperación internacional propiciada por la Convención de la UNESCO sobre la Protección del Patrimonio Cultural Subacuático.
La sopa de pescado del hombre de Neanderthal
“Antes, considerábamos que nuestros antepasados de la Era Paleolítica eran seres muy primitivos –dice Jørgen Dencker–, pero nuestra visión ha cambiado. Ahora, estimamos que no eran muy diferentes de nosotros y sabemos que conocían perfectamente el medio ambiente en que vivían”.
Los esqueletos encontrados en las tumbas nos muestran seres humanos bien nutridos y de estatura bastante alta, que se alimentaban esencialmente con productos del mar. En sus tiempos, la fauna terrestre y marina era sumamente variada. Los últimos descubrimientos efectuados en la zona del Mar Báltico atestiguan que los hombres paleolíticos ya pescaban atunes, esturiones, peces espada y otros animales marinos de gran tamaño. Durante mucho tiempo se creyó estos especímenes habían empezado a poblar las costas danesas algunos milenios más tarde. Los restos alimentarios conservados en cuencas de barro muestran que la sopa de pescado figuraba ya en el menú de nuestros antepasados prehistóricos.
Entre 6.000 y 9.500 años atrás, la pesca era una actividad muy bien dominada por el ser humano, que utilizaba aparejos corrientemente utilizados hoy en día. “El descubrimiento de varios centenares de metros de diques para la captura de peces, de arpones fabricados con cornamentas de animales y de piraguas de longitud considerable, nos han permitido conocer mejor la vida diaria del hombre de la Edad de Piedra”, dice Jørgen Dencker.
Treinta años de investigaciones en los sitios prehistóricos submarinos de las costas de Dinamarca han cambiado nuestra visión de lo que era la vida en los albores de la civilización humana.
Niels Boel, periodista danés, corresponsal de El Correo de la UNESCO
Fuente: UNESCO
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