La soberana del reino de la costa occidental es la Ecklonia maxima, la mayor especie de kelp de Sudáfrica. Una “especie clave”, como dicen los ecólogos, imprescindible para el biotopo en varios sentidos. Por ejemplo, sirve de armazón en aquellos lugares donde los hábitats se suceden como capas, como en una selva pluvial terrestre. Arriba del todo, las copas del kelp luchan por luz y espacio. Cada día, la hoja primaria en la punta de la planta, lanceolada y apoyada por una cámara de aire, crece hasta 1,3 centímetros.
Sobre los brazos de Ecklonia progresan abundantes epifitas (plantas que crecen sobre otras sin parasitarlas). Animales musgo (briozoos) cubren las hojas formando densos colchones y filtrando los nutrientes que trae la corriente. En los mil recovecos de este laberinto verde, numerosos caracoles, cangrejos y gambas se esconden de sus depredadores. Cormoranes y gaviotas de kelp se posan sobre las hojas que, con la marea baja, flotan como balsas, donde las aves pueden hartarse de delicias.
Un piso más abajo, a la sombra del techo de las copas, bancos plateados de peces hottentot o grupos amarillos de peces strepie serpentean entre las galerías de los troncos. También focas del cabo, tiburones gato y rayas manta dan ocasionales paseos por ese nivel medio del bosque. Pero pocos organismos se establecen aquí de forma permanente.
Usos de la Ecklonia maxima
Actualmente, Ecklonia maxima se utiliza principalmente para abonos, como aglutinante en champús, helados y pudin y, lo que es muy importante, se les da de comer a las orejas de mar . En Asia, estos caracoles gigantes se consideran un manjar delicioso y afrodisiaco: los comerciantes de Tokio, Hong Kong o Taiwán pagan hasta 140 euros por un kilo de carne de caracol. Esta pasión por el comedor de kelp, una especie rara que crece muy lentamente y está muy protegida a nivel mundial, ha dividido en dos grupos a los aldeanos de lugares como la bahía de Buffeljags: por un lado están los furtivos, que rastrean de noche franjas enteras de costa en busca de las orejas de mar y hacen una pequeña fortuna en el mercado negro, convierten sus chabolas en casas de ladrillos y conducen relucientes coches todo terreno; por otro, pescadores que, de forma legal, se ganan un dinero extra cosechando kelp para una de las granjas en las que se crían millones de orejas de mar. En barcas inflables salen al mar de madrugada, con la marea baja, cortan las cabezas de Ecklonia, que flotan sobre el agua, y vuelven cargados: cada día, los criaderos necesitan más de 50 toneladas de hojas frescas para dar de comer a estos caracoles.
Los botánicos marinos de Ciudad del Cabo han examinado siete zonas de referencia en la costa oeste para averiguar si estas cosechas ponen en peligro la supervivencia del kelp. Según sus resultados, un bosque submarino talado necesita entre dos y tres años para regenerarse completamente.
Fuente: Mundo Geo
Ecklonia maxima
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