Historia del Submarinismo 5 - El oxígeno


Aunque el oxígeno es el más abundante de los elementos, hasta finales del siglo XVIII no fue reconocido como tal. Se cree que los chinos, hacia el año 700 a. de C., sabían que el aire contenía una sustancia activa y otra inactiva. El componente activo –al que dieron el nombre de yin- es el que hoy llamamos oxígeno. Este descubrimiento es el que permitió dar el salto definitivo a los equipos autónomos que conocemos actualmente.

El sueco Karl Wilhem Scheele, auxiliar de farmacia, descubrió el oxígeno. Poco antes de 1773, preparó el gas calentando diversas sustancias: óxido rojo de mercurio, nitrato potásico y dióxido de manganeso. Pero hasta 1777 no se publicó memoria de su obra. Quizás debido a esta falta de información, Joseph Priestley, clérigo de la Iglesia Unitaria inglesa, es considerado habitualmente como descubridor del oxígeno.

En 1774, calentó un poco de óxido de mercurio en un tubo, concentrando sobre esta sustancia los rayos del sol por medio de una lente de vidrio. Observó que se producía un gas en el seno del cual ardía una vela con llama muy brillante. Unos ratones encerrados en una atmósfera de este gas se mostraban muy alegres, y el mismo Priestley notó el mismo efecto al inhalarlo.

Priestley comunicó sus observaciones al francés Antoine Lavoisier que, tras unas pruebas, corroboró los datos de su colega. Descubrió, además, la presencia de los dos gases fundamentales presentes en el aire: el oxígeno y el nitrógeno.

En base a estas primeras experimentaciones, se establecieron las propiedades y aplicaciones del oxígeno: un gas incoloro, inodoro e insípido, ligeramente más pesado que el aire. Es tan poco soluble en el agua que puede recogerse con facilidad sobre ella, pero la cantidad disuelta en las aguas naturales basta para atender a las necesidades de los peces, que lo extraen de tal disolución por medio de las branquias, con destino a su sistema respiratorio.

Conocidos sus efectos y propiedades, el oxígeno resultaba ser el gas ideal para su empleo en los equipos de buceo a circuito cerrado, con el correspondiente aditamento producido por la respiración del individuo que lo usaba.

Fuente: Thalassa

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