Aunque nereidas, tritones y monstruos marinos son fruto de la fantasía de los primeros navegantes, las vastas extensiones y profundidades oceánicas aún deparan enigmas y sorpresas, incluso para la ciencia moderna. Sólo se ha estudiado parcialmente una décima parte del mar, aún permanece inexplorada la mayor parte del fondo marino, sobre todo en las zonas abisales.
La oceanografía posee unos conocimientos más amplios sobre los ecosistemas del litoral y las propias costas, las zonas accesibles para los buceadores incluso con técnicas sencillas: arrecifes de coral, manglares, bosques de algas, praderas de hierba marina o zonas intermareales. Pero sólo disponemos de una imagen aproximada de muchas zonas del hábitat marino, por ejemplo, de los organismos de la zona mesopelágica, situada por debajo de la zona donde penetra la luz (zona fótica) y de las profundidades abisales (zona afótica).
Resulta evidente que la biodiversidad en el mar es mucho mayor que en la tierra. De los 33 filos del reino animal, 30 están representados en el mar; la mitad de ellos, de forma exclusiva. Parece ocurrir lo contrario con el número de especies. Hasta ahora se han descrito aproximadamente 1,5 millones de especies terrestres, en su mayoría plantas con flores e insectos, y se estima que puede haber entre cinco y cincuenta millones. Por el contrario, sólo se conocen actualmente unas 250.000 especies marinas y las estimaciones llegan hasta el medio millón. Sin embargo, no sabemos aún qué sorpresas nos puede deparar el fondo marino en las profundidades abisales, prácticamente inexploradas. ¿Tal vez otro millón de especies o incluso diez millones, como suponen algunos expertos?
La mayor parte del ecosistema marino está sumido en la más completa oscuridad. Con una temperatura de 2 °C y un constante incremento de la presión del agua conforme aumenta la profundidad, las condiciones son muy exigentes para la capacidad de adaptación de los organismos. Desde el punto de vista del habitante terrestre, la apariencia de muchos de estos seres marinos resulta extraña y, en algunos casos, incluso aterradora. Pero a pesar de las aparentes condiciones abióticas imperantes, o precisamente debido a las mismas, la naturaleza responde con una sorprendente diversidad de formas, colores y estrategias de supervivencia.
Fuente: Fundación Lighthouse
Vida en el mar
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