El primer equipo de buceo autónomo equipado con aire a presión lo construyó William H. James (Inglaterra), en 1825. El equipo, una especie de recipiente cilíndrico, se colocaba alrededor del cuerpo con unos tirantes y se cargaba a 30 kg/cm². Iba provisto de un casco con una ventanilla frontal conectado al recipiente, lo que permitía desarrollar trabajos a poca profundidad.
El primer antecedente del actual regulador apareció en el año 1865, fruto de las investigaciones del ingeniero de minas Benoit Rouquayrol y el oficial de la marina Auguste Denayrouze. Su invento, denominado “aeróforo”, consistía en un depósito de metal de 0,8 litros de capacidad que guardaba el aire que le enviaban desde la superficie mediante un compresor a una presión de 30 kg/cm². El aire era aspirado a demanda por el buceador a través de una válvula de presión conectada a un tubo y una boquilla. Además, desarrollaron una adaptación facial del casco clásico para mejorar la visión submarina.
En 1878 se publican los trabajos del fisiólogo francés Paul Bert. En su obra Barometric Pressure revela la toxicidad del oxígeno respirado a altas presiones y demuestra el mecanismo de producción de la enfermedad descompresiva. Comprobó cómo la formación de burbujas de nitrógeno durante una descompresión rápida producía graves síntomas derivados en el organismo.
En 1906, John Scott Haldane elaboró la primera tabla de descompresión de buceo, en colaboración con la Marina británica.
En 1928, Robert H. Davis y Damant elaboraron tablas de inmersión con aire y descompresión con oxígeno.
En 1942, el ingeniero francés Emile Gagnan y el teniente de navío Jacques Yves Cousteau inventaron el regulador a demanda, al que denominaron “aqualung”, que abriría definitivamente las puertas de la exploración submarina. Cousteau lo probó con éxito en julio de 1943. El regulador era un “bitráquea”, denominado así por los dos tubos, uno a cada lado de la cabeza, que iban unidos a la boquilla. Diseñado con tres cámaras para reducir la presión: una de alta, otra de presión ambiente y una de baja presión, emitía las burbujas por la cámara de presión ambiente situada detrás de la cabeza del buceador, sin dificultar la visión en ningún momento.
En 1948, Fréderic Dumas, consiguió sumergirse hasta los 93 metros. En 1957, el español Eduardo Admetlla descendió con un equipo de circuito abierto hasta los 100 metros en Cartagena (España).El primer hombre en realizar una inmersión bajo hielos perennes fue el francés Louis Lourmais.
En 1953, la Marina de EE.UU. creó unas tablas de descompresión para buceo con aire comprimido. De éstas surgieron las utilizadas actualmente en buceo recreativo y profesional en todo el mundo. Sin embargo, estas tablas sirven exclusivamente para inmersiones en el mar con aire comprimido. Las mezclas de gases Desde la segunda mitad de nuestro siglo, el hombre lleva a cabo la búsqueda de alternativas válidas para lograr disminuir los actuales límites del buceo autónomo, descompresión y narcosis de nitrógeno. Los límites de seguridad establecidos para el buceo recreativo convencional han situado la cota de 40 metros como una frontera que no debe sobrepasarse para evitar que el riesgo de accidente aumente excesivamente. Para aumentar la autonomía y disminuir la narcosis, surgió la idea de sustituir parte del nitrógeno por oxígeno. Se probaron con éxito mezclas de 60% de O2 y 40% de N2 hasta 25 metros de profundidad y 40% de O2 y 60% de N2 hasta 43 metros. Se disminuía el porcentaje de O2 a medida que aumentaba la profundidad. Marcas históricas del buceo recreativo profundo Los ingleses, gracias el doctor Behnke, realizaron pruebas, primero en cámaras hiperbáricas y después en el mar, sustituyendo parte del nitrógeno por helio. Alcanzaron 150 metros en la cámara y, en la década de los cincuenta, Wilfred Bollard, soldado británico, descendió hasta los 162 metros con esta mezcla.
En 1955 Jacques Yves Cousteau y los buceadores del Calypso alcanzaron los 74 metros de profundidad.
En 1959 tres buceadores italianos, Olgiani, Noveli y Falcó, descendieron con aire comprimido hasta los 130 metros. Hasta hoy, muchos hombres han batido estas marcas. El récord de profundidad actual en buceo autónomo se encuentra en los 285 metros del norteamericano Jim Bowden. Las tablas de cálculo de descompresión
En 1981, el alemán Jochen Hansemayer descendió, en la sima de la Fontaine de Vaucluse (Francia), hasta los 145 metros equipado con un equipo de circuito cerrado de 170 kg. Empleó sus propias mezclas y modelos descompresivos, que mantuvo en secreto.
En 1983 alcanzó, en el mismo lugar, los 205 metros de profundidad con circuito abierto.
En 1988, Sheck Exley descendió en Río Mante (Méjico), con un equipo de circuito abierto con suministro de mezclas Trimix (helio, nitrógeno y oxígeno) hasta los 239 metros de profundidad.
En 1989 tuvo un accidente de descompresión durante la exploración de una cavidad situada en el lago Wolfgang en Alemania y quedó paralítico. Pero, aunque parezca increíble, Jochen mantiene la actividad, en lo posible, con la ayuda de un mini submarino que suple sus actuales carencias motoras.
En 1989 llegaría de nuevo en Río Mante (México) hasta los 260 metros. -Durante la decada de los noventa, una mujer, Ann Kristovich, bajó hasta 165 metros. -El mexicano Nuno Gomes alcanzó 283 metros en una sima en Bushmangast (Sudáfrica).
En 1998 George Irvine, Jarrod Jablonski y Brent Scarabin recorrieron 5.500 metros en el “Tunel O” a una profundidad media de 87 metros, usando un circuito cerrado tipo Hacyon con mezcla de Trimix. La descompresión duró 17 horas. -El récord de profundidad actual en buceo autónomo se encuentra en los 285 metros del norteamericano Jim Bowden, conseguidos en Zacatán (México), en una inmersión que costó la vida al mítico Sheck Exley. -La máxima profundidad teórica a la que ha descendido un hombre en cámara, respirando hidreliox (hidrógeno, helio, oxígeno...), ha sido de 701 metros, en 1992. El griego Théo Mavrostomos lo consiguió dentro del experimento de la compañía francesa Comex, denominado operación Hydra X.
Récord con equipos de buceo autónomo
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