Atlas mundial de buceo














Os presento una excelente guía ilustrada con las mejores inmersiones en nuestro planeta. De Jack Jackson y Charles Anderson



Un viaje a las mejores zonas de buceo del mundo, descrito y fotografiado por expertos de primer orden. Esta guía ofrece una amplia gama de inmersiones donde elegir, desde lugares clásicos hasta otros que acaban de ser descubiertos. Tanto si prefiere inmersiones tranquilas para fotografiar animales pequeños, como si su afición son los pecios, agujeros azules o las inmersiones vertiginosas, en esta obra encontrará descripciones muy bien escritas y acompañadas de detallados mapas para disfrutar de ellas.

P.V.P. 58 € IVA incluido

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Bioluminiscencia











Uno de los fenómenos naturales más asombrosos con el que pueden obsequiarnos los océanos es el de la bioluminiscencia, o lo que es lo mismo, la capacidad de producir luz que tienen ciertos organismos. Basta con recoger un balde de agua de mar y agitar nuestras manos en el interior para que un sinfín de partículas fosforescentes se activen en torno a nuestras manos.

La bioluminiscencia se debe a la interacción de dos sustancias de origen proteico: la luciferina y la luciferasa. Estas proteínas, al reaccionar entre sí en presencia de oxígeno, originan una luz fría, pues no produce calor.

Noctiluca miliaris es un organismo unicelular al que se deben la mayoría de los fenómenos de fosforescencia en el mar, ese que chisporroteará en nuestro balde al agitar las manos. Pero muchos organismos pluricelulares también son capaces de producir luz a través de unas complejas estructuras llamadas fotóforos, compuestas por lentes, capas reflectantes, pantallas pigmentadas y células fotógenas. La luminiscencia en ciertos cefalópodos y peces puede deberse también a la acción de bacterias luminosas que viven en simbiosis con el animal. En el interior de los fotóforos, estas bacterias sustituirían a las células fotógenas que producen la luz.

Poco se sabe aún sobre la utilidad de la luminiscencia en los organismos marinos, pero pueden apuntarse varias funciones como, por ejemplo, el reconocimiento de la pareja (tal y como ocurre entre las luciérnagas), la utilización de apéndices luminosos como cebos para la captura de presas (como en los pejesapos) o el uso de la luz para advertir de la presencia de sustancias tóxicas a posibles depredadores.

Texto de José Peñalver

Fuente: SHN del Mar
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Síndrome Taravana










Esta enfermedad debe su nombre de los buceadores de perlas de la isla del archipiélago de Tuamotu en la Polinesia francesa(tara, volverse; vana, loco).
Por aquellos tiempos no había información con respecto a la descompresión y los accidentes estaban a la orden del día. Hacían inmersiones de 2 y 3 minutos durante varias horas con el fín de recoger perlas. Muchos de ellos sufrían accidentes de descompresión sin saber en realidad lo que les estaba sucediendo, pero estuvo practicándose durante varias generaciones. Hoy por hoy, a pesar de toda la información, siguen habiendo muchos accidentes de este tipo en cualquier punto del planeta.

Cuando practicamos buceo con apnea, la cantidad de nitrógeno residual acumulado en nuestro organismo es ínfimo, pero claro está, que si practicamos continuamente apneas durante horas y sin hacer intervalos en superficie, habrá el suficiente nitrógeno residual como para producirnos una Enfermedad descompresiva.
Los síntomas son hormigueo, dolor muscular, pérdida de visión, episodios de vértigo, así como perdidas de conocimiento, pearálisis e incluso la muerte.
Existen unas tablas específicas para el buceo de apnea llamadas "Breath-hold Apnea Tables for Lower Embolism" con el fin de evitar cualquier accidente en buceo de apnea.

Foto: Tahitibams

Texto: Félix Corral para buceoactual.com
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Sobre el origen de las branquias









Las branquias podrían haber aparecido por la necesidad del intercambio iónico entre el cuerpo del pez y el medio que lo rodea, en lugar de por la necesidad del intercambio de gases.

La evolución transcurre por caminos impredecibles. Estamos acostumbrados a creer que las disposición de los órganos o su arquitectura son perfectas, que son el resultado perfecto de millones de años de evolución biológica. Pero esto no es así. Todo fruto evolutivo es el resultado de un compromiso entre lo que se quiere lograr, y que dotará de un mayor éxito reproductor a la especie de turno, y aquello de lo que se parte.
Un organismo es como una casa remodelada una y otra vez con el paso de los años, con nuevas habitaciones añadidas, algún tabique menos en algún otro sitio, una cocina convertida en cuarto de baño, etc. Desde el punto de vista biológico no se derriba nunca la casa y se construye otra desde cero, sino que se reutiliza lo que hay, incluso para funciones distintas para las que fueron concebidas en un principio. A veces lo obtenido no es tan perfecto como cabría esperar.
Las alas de las aves fueron una vez los brazos de algún dinosaurio, y probablemente sus plumas fueron diseñadas primero como aislante térmico o en rituales de apareamiento antes que para el vuelo. Hay multitud de ejemplos al respecto, ¿son las branquias uno de ellos?
La lógica y los libros de texto nos dicen que las branquias de los peces surgieron o evolucionaron para que los peces (o sus ancestros) pudieran respirar. Pero según nuevos estudios realmente emergieron para ayudar a mantener el equilibrio químico u osmótico con el ambiente.
Peter Rombough, de Brandon University en Manitoba (Canadá), y sus colaboradoran así lo mantienen en un artículo publicado en Proceedings of the Royal Society B.
Según la teoría aceptada tradicionalmente, las branquias surgirían como estructuras muy simples para ayudar en la respiración en los antepasados de los peces. Luego, según éstos evolucionaban hacia seres más activos debido a los hábitos de depredación, se fue incrementando el tamaño y complejidad del sistema branquial para así captar más oxígeno del agua.
En la última década se han propuesto teorías alternativas en las que se decía que quizás la mejor explicación para el origen de estas estructuras anatómicas habría que buscarla en el equilibrio químico que el pez debía de mantener con su entorno. De este modo las branquias primitivas ayudarían al intercambio de iones de sodio y potasio entre el cuerpo y el agua. Cosa que sucedería, por ejemplo, al cambiar de un ambiente más marino a otro más fluvial o viceversa.
Esta función de intercambio iónico la pueden llevar a cabo las larvas a través de la piel o los peces con estructuras branquiales denominadas cestas branquiales. Según Rombough se acumulan las pruebas que apuntan a que las branquias habrían evolucionado para este menester, haciéndose más complejas con el tiempo y finalmente siendo reutilizadas para el intercambio de oxígeno.
Rombough y sus colaboradores han estudiado la trucha arco iris, que es un animal típico de laboratorio, para aportar más pruebas. La idea era ver si las branquias sirvieron o no como intercambiadores de iones en un principio. Si esto fue así todavía deberían retener parte de esta facultad.
Colocaron las truchas en un contenedor con dos compartimentos, uno para la cabeza donde están las branquias y otro para la cola. Entonces midieron los niveles iones y de oxígeno en ambos sitios. Después de 15 días las branquias estaban intercambiando más iones que el resto del cuerpo. Se necesitó otros 10 días para que sucediera lo mismo con el oxígeno. Esto sugeriría que las branquias se desarrollaron primero para el intercambio de iones y luego fueron “recicladas” para el intercambio gaseoso.
Algunos investigadores apuntan que sería interesante estudiar los genes implicados para ver qué genes aparecieron primero, si los del intercambio de iones o los relacionados con el intercambio gaseoso, así como estudiarlo en peces con diseño más primitivo, como la lamprea o el esturión.
Rombough apunta, por otro lado, a la contaminación industrial como una gran causa de preocupación. La actividad humana está envenenando las aguas del mar con metales pesados. Las larvas de peces, que dependen de las branquias para intercambiar iones con sólo dos semanas de edad, pueden ser mucho más vulnerables a este tipo de contaminantes de lo pensado. Si se bloquea el intercambio iónico los peces simplemente mueren.

Fuente: NeoFronteras
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Las serpientes de mar







"Aquellos que, para comerciar o pescar, navegan por las costas de Noruega, coinciden en el relato de una historia realmente admirable, la de una enorme serpiente de una longitud de más de 200 pies, y 20 pies de diámetro que vive en las rocas y agujeros cerca de la costa de Bergen; sólo sale de sus cavernas en las noches de verano y con buen tiempo, para devorar terneras, corderos y cerdos, o se sumerge en el mar para comer pulpos, langostas y todo tipo de cangrejos. Tiene una hilera de pelos de dos pies de largo que le cuelgan del cuello, escamas afiladas de color oscuro, y ojos brillantes y llameantes. Ataca a los barcos, se levanta fuera del agua, se lleva a los hombres y los devora; y normalmente esto no ocurre sin que algo terrible acontezca en el reino, sin un cambio próximo: o los príncipes van a morir o serán exiliados, o una guerra va a estallar pronto."
Olaus Magnus, arzobispo de Upsala, Historia de gentibus septentrionalibus (1555).



Desde la antigüedad, los marinos han contado historias sobre las serpientes de mar, grandes animales serpentiformes que habitan en los océanos. Llamadas orm y lindorn en Noruega, loung en Indochina..., algunos autores las identifican con el leviatán bíblico. Aparecen representadas en herramientas de la Edad del Bronce, y han sido observadas incluso por zoólogos. También se dispone de pruebas físicas de su existencia: En 1969, un sonar detectó, a cien metros de profundidad en aguas de Alaska, un animal de sesenta metros de longitud.

La primera descripción científica de una serpiente de mar se debe a Erik Ludvigsen Pontoppidan (1698-1764), obispo de Bergen, que en 1752 publicó su "Historia natural de Noruega". En 1819, el zoólogo franco-estadounidense Constantin-Samuel Rafinesque-Schmaltz (1783-1840) distinguió, en Dissertation on Water-Snakes, Sea-Snakes, and Sea-Serpents, entre enormes peces serpentiformes y serpientes marinas gigantescas, emparentadas con la serpiente marina listada [Pelamis platurus], de 1,13 metros de longitud. Por estos heterodoxos trabajos fue expulsado de la Universidad de Lexington, en Kentucky, y murió en la miseria. Aunque parciales y probablemente erróneas, estas hipótesis fueron las primeras que se publicaron sobre la identidad zoológica de las serpientes de mar.
El zoólogo holandés Antoon Cornelis Oudemans (1858-1943), director de la Real Sociedad Zoologica y Botánica de la Haya, publicó en 1893 The great sea-serpent. Fue el primero en darse cuenta de que el pelo y las ondulaciones verticales observadas en muchos casos delatan un mamífero, y concluyó, basándose en 162 casos, que se trataba de un gran pinnípedo con aspecto de plesiosaurio, de ochenta metros de longitud, al que bautizó Megophias megophias. Sin embargo, excluyó deliberadamente de su estudio todas las observaciones que no cuadraban con su hipótesis.

En los años 1930, Rupert T. Gould propuso, a partir de una docena de casos claros, dos nuevas especies de serpiente de mar, además del pinnípedo de cuello largo de Oudemans: una tortuga gigante y un tritón gigante cuellilargo.

En 1965, Bernard Heuvelmans publicó Le grand serpent-de-mer: le problème zoologique et sa solution, un estudio estadístico de varios centenares de testimonios recogidos entre 1639 y 1965, en el que concluyó que la serpiente de mar es en realidad un compendio de múltiples animales, algunos ya conocidos en la actualidad –el calamar gigante [Architeuthis], el tiburón-ballena [Rhincodon typus], el regaleco [Regalecus glesne] (que llega a los 11 metros de longitud), el gusano nemertino gigante Lineus longissimus (que puede alcanzar los sesenta metros)...– y otros desconocidos, que catalogó en varias especies de vertebrados: nada menos que cinco mamíferos, una o varias especies de peces serpentiformes, un reptil semejante a un cocodrilo gigante, y dos tipos dudosos: una tortuga gigante, y un extraño animal con aspecto de renacuajo, al que llamó, a falta de un nombre mejor, jaune ("amarillo").

En 1980, Roy P. Mackal propuso además dos nuevas especies o formas gigantes de invertebrados como posible identidad de algunos de los casos de serpientes marinas: el pirosoma [Pyrosoma], una colonia tubular de tunicados, con un extremo abierto y el otro cerrado en forma de cono, fosforescente, y que puede medir varios metros de longitud; y el cinturón de Venus [Cestum veneris], que puede alcanzar un metro y medio de longitud. También se ha propuesto una especie gigante de sifonóforo (medusa colonial).

Por supuesto, muchos de los casos de avistamientos de serpientes de mar se pueden explicar sin necesidad de recurrir a gigantescos animales desconocidos: a veces se toma por una serpiente de mar lo que sólo es una ballena, una gran serpiente terrestre (boa, pitón o anaconda) arrastrada por el mar, un grupo de marsopas nadando en hilera (de manera que cada individuo se confunde con una ondulación de un largo cuerpo serpentino), un amasijo de algas, un espejismo... o, simplemente, la estela de algún animal que nada cerca de la superficie.

Fuente: Apuntes de criptozoología
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Maldivas, santuario de tiburones











Las islas Maldivas están situadas en mitad del océano Índico, en el que forman una especie de espina dorsal que lo divide en dos de norte a sur a lo largo de unos 1.000 kilómetros, casi prolongando la punta de la península india. El suelo oceánico sube aquí hasta cerca de la superficie en una larga cadena de montañas de antiguo origen volcánico cuyos únicos restos en superficie son las casi 1.200 islas que forman 26 atolones, situados más o menos en dos líneas paralelas.

El archipiélago forma por tanto una barrera al libre intercambio de agua entre el este y el oeste del océano Índico; de hecho los barcos grandes que desean cruzar han de hacerlo por un par de estrechos concretos. Para la dinámica oceánica la cresta submarina que forma las Maldivas es muy importante, y por ello, necesariamente, también lo es para la fauna. De ahí que sea tan importante la decisión del gobierno maldivo de declarar toda su área de soberanía como un santuario para tiburones, donde estos animales no podrán ser pescados ni perseguidos.

Algunos de los ecosistemas más ricos y variados del mar se producen en las áreas donde el agua profunda asciende rápidamente a la superficie; en las costas donde el cambio de profundidad es brusco y el movimiento de agua fuerza su ascenso. En Maldivas se produce ese súbito descenso de profundidad, y las diferencias entre ambos lados de la doble barrera de atolones hacen que las corrientes sean muy intensas y complejas: un peligro para la navegación, pero un entorno espléndido para los animales. Según la marea sube y baja en el lado este y el oeste de la cadena de atolones el agua entra en ellos, o sale, en direcciones cambiantes según la latitud y la topografía local del fondo. Los atolones se llenan y vacían de agua a través de canales (kandu, en la lengua local) en los que lo habitual son fuertes corrientes de entrada y salida a lo largo del día. El agua profunda, cargada de nutrientes, se ve canalizada hacia la superficie por este flujo, y alimenta la base de la cadena ecológica: a partir de ahí se genera todo un enorme ecosistema de predadores cada vez más grandes, que culmina en los tiburones.

Como todo buzo aficionado a los escualos sabe, la mejor forma de ver estos animales es en zonas de corriente, y cuanto más intensa, mayores serán los ejemplares y más raras las especies. Para 'tiburonear' en Maldivas lo habitual es hace buceo 'a la caribeña' en un Kandu cuando hay corriente. La técnica consiste en caer a plomo hasta el fondo, a más de 30 metros, cerca del labio del canal donde el suelo se desploma hacia las llanuras abisales. Allí te agarras como buenamente puedes al fondo y, si tienes suerte, puedes contemplar un espectáculo impresionante: decenas de grandes predadores como tiburones tigre o martillo (entre otros) patrullan las profundidades, justo donde el agua fría y profunda se precipita hacia la superficie cargada de comida. Transcurrido el breve periodo que la elevada profundidad impone el buzo se suelta y comienza el ascenso dejándose arrastrar por la fuerte corriente; a media profundidad suelta una boya de descompresión para ayudarle a mantener el ritmo de ascenso y para señalizar al Dhoni (barco local) en superficie dónde tiene que ir a buscarle, porque lo habitual es salir a flote a kilómetros del punto de inmersión.

Ver semejantes animales desplazarse con elegancia y sin esfuerzo aparente en medio de una violenta corriente con la que el humano tecnológico debe luchar sólo para mantenerse en el sitio es una experiencia impresionante. Y gracias a la prohibición de pescar tiburones en Maldivas es algo que podrá seguirse haciendo dentro de unos años: la importancia de este refugio (el segundo nacional del mundo, después de Palau) es enorme, porque su situación y condiciones garantizarán la supervivencia de numerosas especies que están siendo pescadas en grandes números y llevadas al borde de la extinción. Que las Maldivas puedan además rentabilizar su estátus de reserva por medio de la explotación turística nos indica que matar animales no es la única forma de obtener beneficio económico de su presencia. Ojalá que el nuevo santuario de tiburones en Maldivas no sólo beneficie a la fauna, sino a la población local. Porque un tiburón vivo no sólo es ecológicamente mejor para todos que uno muerto, sino que puede ser mucho más rentable.

Foto: buceoactual.com

Fuente: Retiario
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Buceo de interior: río Júcar



Aquí os mostramos un vídeo del buceo que se puede practicar en el río Júcar.
Esta situado en pleno corazón de la Serranía de Cuenca, donde podrás descubrir un paraje con un especial encanto.
Las aguas están muy claras y podremos disfrutar de unas estupendas inmersiones de hasta 15 metros de profundidad sin ningún tipo de peligro.
La fauna está formada por cangrejos, truchas y algún barbo que otro.
Toda una experiencia para los amantes del submarinismo en Castilla-La Mancha.
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